Me levanto con el pie izquierdo, algo inevitable ¡me tocó
esa parte de la cama cuando decidí pasar mis noches con la misma persona ¡y
podría girarme para salir con el derecho... pero girar sobre una misma a cierta
edad es todo un arte y, para depende qué cosas, el talento es preferible
esconderlo!
Cafetera a toda pastilla. Ventanas abiertas para que entre
el aire del nuevo día. Recopilación de ropa de color ¡lavadora en marcha!
Huele a café. Lo vierto poco a poco pero vierte mal o yo
enfoco peor, lo cierto es que me quemo los dedos ¡¿será que me tiene
manía la dichosa cafetera?!
Me voy a la ducha ¡qué suerte!de momento todo funciona bien: no sale el agua fría, no me falta la toalla, ni me dejé la ropa en la habitación. El gel no hace espuma, lo noto algo extraño, pero la manía de algunos por comprar genéricos me hace pensar que ¡es malo!
Pero de repente empiezo a patinar ¡eso sí con glamour! La bañera se hace pequeña
para todo el recorrido que necesitan mis piernas. ¡¿Quién ha cambiado el
suavizante de sitio?!
Después de un rato enjuagándome (como puedo con los
resbalones de acompañantes de baile) salgo de la maldita bañera resoplando. La ropa me
queda algo apartada y sigo resbalando por el suelo del baño, ¿a caso me
he levantado bailarina? Me siento como
una especie de dibujo animado.
¡Me temo que va a ser un gran día!
Desayunos, mochilas y bolso en mano. Día nublado, paraguas por si las moscas. Me lo cuelgo todo ¡me siento perchero! Y justo al salir comienza
a chispear ¡qué bien! Paraguas abierto, mochila en un hombro, con ganas de tocar
la moral, bolso en el otro hombro peleando por bajar. Parece que la cosa va hoy
de resbalones. Corro hacia el parking arrastrando el bolso, la mochila y casi
cogiendo el paraguas con los dientes. Busco las llaves en el saco (conocido por todos como
bolso) necesito un plano para encontrar algo ¡y manos! esas que me faltan por
momentos. Saco de todo: pañuelos de papel, toallitas húmedas, la pitillera, la
agenda, un bolígrafo, colores varios, cromos e incluso una pinza de la ropa que
no sé cómo ha llegado hasta ahí, pero las llaves no salen porque tienen
tendencia a jugar al escondite cuando yo juego al pilla pilla. ¿Dónde están las
llaves mata rile rile rile? Le pregunto a la niña con cierto tono "¿me puedes ayudar?".... a lo
que ella responde que no puede ¡que tiene una mochila! ¡Ah! suelto todo en el
suelo, ya con cierto mal humor y después de seguir sacando algún que otro objeto
más por fin consigo encontrar las llaves, abrir el coche, dejar todo el despliegue de medios en
el asiento del copiloto, montar a la niña y dejarme caer en el mío como si me hubiesen dado una paliza. Pero la odisea continua ¿por qué el
paraguas queda siempre atravesado de tal manera que se te pone en el cambio de
marchas?
Soplo, le doy con cierta agresividad al paragüitas y lo tiro hacia el
otro lado y me rebota, y vuelvo darle, y me vuelve a rebotar ¡¿frontón con
paraguas?! ¡¿ganas de jugar?! Y la niña que me pregunta:
-"¿qué haces mamá?" Está
claro que no sé qué contestar. Resoplo, pongo música ¿relajante? ¡no! la más agresiva que tengo a mano en ese momento ¡la ocasión
lo requiere! Y como tengo unas ganas tremendas de gritar y no puedo ¡que lo
haga la música por mí!
Dos minutos de coche y llego a la puerta del cole. Cuando me
dispongo a salir de nuevo comienza a llover, pero ahora con fuerza porque el
tiempo es así de cabrón y parece que espera a que tenga que estar en la calle "para darme vidilla". Salgo del coche y me mojo puesto que es imposible salir con
el paraguas abierto ¡lo he intentado pero te quedas atrancada entre la puerta y
el habitáculo! Las gafas llenas de gotitas hacen que me entre una mala leche
increíble. Como puedo, casi a ciegas, saco a la niña y a las mochilas del coche
¡de nuevo me faltan manos! ¿Por qué no nacimos con cuatro en vez de dos? La
vida es demasiado exigente como para tener sólo dos manos y dos pies.
Dejo a la niña intacta en el cole y regreso al coche
patinando porque no llevo el calzado apropiado para la ocasión. Porque hoy en
día se necesita calzado para lluvia, para viento, para montaña, para asfalto,
para piscina, para playa, para correr, para caminar o incluso zapatillas
especiales para no hacer nada.
Café en el bar de
siempre con la gente de casi todos los días. Sin pedirlo me sirven un café, me conocen, y como siempre con sacarina ¡qué ofensa! Sonrío
y le digo que lo tomo azúcar, pero en el fondo de mí estoy pensando que es
un capullo, que me ve gorda y que el subconsciente le traiciona cada día. Se
repiten las conversaciones profundas a las que yo tan solo miro desde la
orilla. Hago el esfuerzo por escuchar
pero no oigo ¡es como una barrera protectora de palabras absurdas! Entonces añoro a esas personas que tengo lejos
y que suelen bucear conmigo. Y recuerdo cosas mirando hacia otro lado y me
gustaría encontrar la gracia de la conversación pero no la encuentro y hago el
esfuerzo por sociabilizarme (como los
libros) con el resto, pero me doy cuenta que es batalla perdida ¡demasiada abstracción
cerebral como para quedarme inmersa en ese mundo! Salgo a escape y casi sin
decir adiós, me esperan otros submundos llenos de divertidas aventuras.
Llego al banco y digo buenos días ¡sin ganas cuando veo la cola que tengo delante! Respiro
profundamente y espero que me toque
mirando en el móvil los correos y contestando a lo más urgente. ¿Por qué hasta a lo más
simple se le da carácter de urgencia? Me
doy cuenta de que las teclas del teléfono no están bien diseñadas para escribir de
pie y menos con prisas, imagino que las pruebas de diseño las hacen con dedos de algún
muñeco. Me muevo de un lado a otro y decido decir buenos días a twitter
(pensando por supuesto que podré contestar) ¡pero error, me toca pasar! Suelto
el teléfono encima de la mesa, el
pajarito con afonía no deja de cantar y de repente... ¡una llamada! el teléfono
marcando estilo empieza a recorrer la mesa "¡perdón!" digo con voz bajita, como si
así se me viese menos. Lo cierto es que me estoy poniendo muy pero que muy nerviosa y las miradas
extrañas del señor que me atiende no ayudan a mi bienestar y no encuentro donde silenciar el maldito
teléfono ni cómo pararlo. ¿El móvil también me tiene que putear?
Salgo sofocada del banco, con calor, con el teléfono
trinando y con ganas de estamparlo contra el suelo por no ser más sencillo de
silenciar y no saber comportarse y
estarse quieto en la mesa de los demás.
Me encuentro a una mamá con la que hace un
rato compartí café y una extraña conversación. De repente se da cuenta que llevo la camisa al revés ¡jo-der! pero
si has estado sentada conmigo ¡¿ahora me lo dices?! Esa vocecilla interna que
todos tenemos se pone a hablar en ese preciso momento y me dice: pobre chica, encima que no la
escuchas la culpas de tus descuidos ¡eres muy mala persona! Me siento grano
molesto en cutis fino y encremado por culpa de la soprano que día sí y día
también me roza la moral. Y salgo con unas prisas anormales después de llevar
media mañana paseándome de un lado a otro luciendo modelito al revés.
Claro...ahora que pienso, ¡con razón me cruzaba con tantas miradas extrañas! por un momento creí que era mona y por eso me miraban! Qué ilusa, con la edad que tengo y sigo manteniendo mi niña interna.
Ahora ya no puedo ir a comprar ¡abultan más las costuras de
la camisa que yo! Justamente hoy que llevo braguitas corta-respiración. ¿A
quién no le han salido alguna vez unas braguitas enrollables? ¡Son defectuosas!
Los primeros minutos encajan bien pero al rato tienes una goma que te oprime
hasta las entrañas. Y encima tienes que aguantar la frase típicas de los
fulanitos de nadie diciendo “hay que apretarse el cinturón”, señores yo soy más
cool: ¡me aprieto las bragas!
Decido subir a casa para darle la vuelta a la camisa y por
lo menos poder ir a comprar con la dignidad algo menos tocada. Mientras tanto
me voy preguntando ¿qué demonios hacía la camisa colgada en la percha al revés?
Vuelvo a salir vestida como manda la religión y cuando ya estoy abajo me doy
cuenta que las gafas se han quedado arriba y subo de nuevo con los temblores de
piernas como acompañantes y la mala leche como promesa.
Por fin puedo ir a comprar, creo que no me he dejado la
cabeza fuera del cuerpo. Entro en la tienda, miro la estantería de frutas y verduras durante rato como esperando a que alguna de ellas levante la mano para saber qué narices tenía
que comprar. Sonrío al señor de la caja que me mira esperando un cruce de
palabras pero es que no tengo ganas de hablar y supongo que piensa que algo
extraño me pasa pues llevo rato mirando la misma estantería. Decido irme a otra
sección y mientras pienso qué es lo que tanto urgía comprar, ¡pero no hay forma
posible de acordarme! ¡Así que cojo una tableta de chocolate! y una lechuga para
disimular.
Vuelvo a casa y pongo
a cocer macarrones (tengo el sofrito guardado porque me lo dejaron hecho la noche anterior, menos mal que comparto vida
con alguien previsor) Tiendo la lavadora
que dejé puesta, limpio la arena del gato (sí, ese ser que vive mejor que tú y
que yo). Voy con mucho cuidado pero siempre
lleno el balcón de tierra, y me dispongo a recogerla cuando el teléfono
suena. Corro hacia el sonido y como siempre ¿dónde está el teléfono rile rile? ¡Otro que
me hace la vida imposible, nunca está donde debe! Y busco nerviosita perdida y como perro rastreador por
toda la casa, y suena y suena ¡y corro y corro! y cuando lo encuentro
semienterrado en un sillón ¡¡¡"cuelgan"!!! Miro el número para ver quién ha llamado, ah es mi madre. La llamo ¿me invitas a comer? Claro mamá, pero me lo podrías haber
dicho antes, que ya estoy cociendo los ¡macorrenessssss! Espera ahora te llamo….
Eran "los macarrones" ¡ahora es un gran macarrón! Se quedaron
sin agua y pienso ¡joder si solo tenía que cocerlos y no es tan complicado! El
humor va cambiando por momentos y yo misma voy encendiendo esa mechita interna.
Vuelvo a poner los macarrones a cocer y limpio la olla de la pasta anterior ¡cuánto
tiempo perdido con la ollita! Todo lo que había corrido se quedó en un fregadero.
De nuevo salgo
corriendo para recoger a la niña. Llego asfixiada, me falta aire, humor
y ganas de sonreír. Ya en casa me dispongo a comer y suena el móvil. Una voz me dice: "nena no voy a comer". ¡Y de repente me acuerdo de mí madre! a la que
hace mas de una hora le dije: "ahora te llamo". ¡¡¡Malditos macarrones!!!
Llamo a mi madre "¿mamá no venías a comer?" A lo que responde
una voz un tanto triste: "hija me has dicho que me llamarías y no me has
llamado". "¿Entonces no vienes?" Pregunto de nuevo." No, porque como me dijiste que me llamarías... (otra vez te lo repite
por si el sentimiento de culpa no te ha llegado a la neurona) y no me has
llamado". Y continua la conversación con un, "si yo más que nada era para estar
con la niña". Mi mente piensa en un abrir y cerrar de ojos ¿y conmigo? Ah, es que
cuando eres madre dejas de tener
personalidad propia, ya no te llamas como siempre ¡pasas a llamarte la mamá de
tal! Bufo,rebufo, soplo y resoplo. De nuevo la soprano roza la moral y me siento
culpable. En vez de decir "lo siento" le digo: "es que me podrías avisar por la noche: es que
has tenido mañana para llamarme; es que todo lo dejas para el último momento y
yo voy como loca". Y cuelgo dando un golpe al teléfono, para que si tiene algún
fallo de paso de paso se arregle. ¡Estoy muy enfadada con el tiempo, con los
macarrones, con mi madre y sobre todo conmigo misma por no saber abofetearme! Se me saltan las lágrimas por la
reacción y lo soluciono al momento volviéndola a llamar y
preguntándole cualquier tontería para
romper el hielo, pero no estoy llamando yo ¡está llamando mi amiga la
consciencia! Esa que pesa y se hace pesada.
Se me quita el hambre, y claro sobran macarrones ¡al final de
cuatro personas sólo come una! Pero busco la parte positiva y pienso: bueno los pongo en una fiambrera y ya está
hecha la comida de mañana.
Fiambrera: dícese de unos cacharros de formas diversas que sirven para guardar comida, pero que en realidad son asesinas en potencia. ¿Quién no tiene un armario lleno de fiambreras asesinas? Quiero una fiambrera, ¡sólo una! pero parece que tienen vida propia las cabronas. Y claro ¡siempre caen en la cabeza! porque escogemos el armario más alto para colocarlas lo más lejos posible porque sabemos que son malas. ¿Quién no ha lanzado alguna vez aunque sea una tapa al fondo de la cocina? Ellas como ni sienten ni padecen, y una que ya está un poco alterada pues como que se siente más poderosa que la fiambrera si la estampa. Porque no te hacen la vida más fácil, ¡eso es mentira!
Fiambrera: dícese de unos cacharros de formas diversas que sirven para guardar comida, pero que en realidad son asesinas en potencia. ¿Quién no tiene un armario lleno de fiambreras asesinas? Quiero una fiambrera, ¡sólo una! pero parece que tienen vida propia las cabronas. Y claro ¡siempre caen en la cabeza! porque escogemos el armario más alto para colocarlas lo más lejos posible porque sabemos que son malas. ¿Quién no ha lanzado alguna vez aunque sea una tapa al fondo de la cocina? Ellas como ni sienten ni padecen, y una que ya está un poco alterada pues como que se siente más poderosa que la fiambrera si la estampa. Porque no te hacen la vida más fácil, ¡eso es mentira!
Vuelvo a correr
camino al colegio pero esta vez decido ir caminando, necesito aire y un poquito
de paz. ¿Paz? ¿Quién es Paz? Escucho unos pasos ligeros que me alcanzan y de
nuevo comienzan las preguntas. "¿Cómo que subes caminando?" "¿Hoy no trabajas?". La mamá sigue en su ritmo
de entrevistadora. Me entran unas ganas terribles de correr pero no lo hago, entre otras cosas porque voy cuesta arriba ¡y las piernas no me avanzan! Sigo el
camino con mis sentimientos en la cuerda floja y no sé si mandarla de paseo o
irme yo directamente.
Recojo a la pequeña filósofa, la abrazo y la beso hasta que me empuja con suavidad y se limpia
la cara diciéndome: "¡mamá no seas ridícula! ¿Qué me has traído de merienda?" Y Comenzamos
la batalla de los eternos porqués. Un camino de diez minutos se puede convertir
en camino interminable de preguntas. Le explico que yo no lo sé todo y una
vocecilla minúscula me responde "¡pues eres mayorcita y deberías saberlo!" La
cara se me queda como una falda escocesa y no sé si explicarle que es ser una tirana o darle una palmadita en la espalda y decirle que es un genio en
potencia.
La dejo en la academia de idiomas y respiro profundamente
mientras las palmas internas suenan ¡con castañuelas incluidas! ¡¡¡BIEN UN RATO PARA MI!!!
Me empeño en buscar una sombra, un sitio dónde habite el
silencio, un pequeño lugar en el que darle vueltas a los pensamientos sin que nadie
me pueda encontrar. Deseo y necesito esa sensación de libertad ¿pero quién es Libertad?
Finalmente me siento en una terraza bajo un árbol y con una
cervecita bien fría, respiro profundamente hasta el momento en que se me vuelve a cortar la respiración con el sonido del móvil. ¿El dentista? Uff, hora de pedir disculpas (¡me paso media vida pidiendo disculpas! Parece ser que soy un
despiste con piernas). "¡Lo siento! se me fue de la cabeza" (algo normal, en tan poco
espacio no cabe tanto) digo con vocecilla tierna, a lo que me responde la otra
voz "¡es la tercera vez en este mes!" Y no sé dónde meterte y menos que decir, pero a la vez esa voz está haciendo que se
gire la razón y pienso ¡¿qué querrá que me flagele?! ¡¿Será idiota?! Ya le
he dicho que lo siento y le he puesto mi mejor tono. Pero soy correcta y vuelvo
a re-disculparme ¡¡¡siento que me reedito!!!
La maldita llamada ya me ha creado mal rollito ¡¿es mucho
pedir un poquito de tranquilidad?! Parece ser que sí, porque de repente alguien me
da en el hombro una palmadita, una de esas por las que no sientes intriga de ver la
cara, de esas que son suaves pero que las sientes como el peor golpe. ¡No puede
ser! Un "hola" interrumpe de nuevo mis pensamientos alborotados y me pregunta "¿estás sola?" A lo que respondo lo evidente "¡sí!" Pero pienso ¿acaso no lo ve?
Continúan las preguntas "¿Me puedo sentar?" A lo que mí mente vuelve a pensar ¿Por
qué se preguntas cosas tan absurdas? Si le digo la verdad no vuelve a mirarme a
la cara y si le digo que sí, pues se
sienta y se acabó lo que se daba. ¿Alguien me explica cómo actuar?
Y comienza CSI in the Park, porque mira que le gusta
preguntar a la gente... pero preguntar datos inservibles, porque le importará mucho ¿qué hago ahí y por qué he
cambiado la marca de tabaco?
¿Le quitará el sueño que esté tomando una cerveza en vez de café? Me siento
encuestada y la sonrisa va desapareciendo por momentos y me dice "¿qué te pasa, estás muy seria?" ¡Tócate la castaña! pero no le puedo decir lo que pienso ¡sí estoy
seria porque el mundo se empeña hoy en tocarme la moral! ¡Estoy seria porque me gustaría que emigrases
a otra mesa! Pero aguanto con elegancia y le digo "¡es que estoy cansada!" Porque
el cansancio saca de muchos apuros y parece que todo se perdona si es por
cansancio. Y me dice: "¡ahora que lo dices es cierto, tienes mala cara!" Abro los
ojos sin pestañear ¿me está llamando fea? ¿Se ha mirado al espejo?
Me levanto y voy a
pagar, porque llevo cinco minutos buscando al camarero con la mirada, pero parece ser que soy invisible o que la empatía
cada vez la tengo más envejecida. Entro al bar en un estado algo distorsionado
y me llevo el marco de la puerta con el hombro ¡porque los marcos se mueven! Ufff, ya resoplo de una manera anormal
y me pido a mí misma calma mientras sonrío para aparentar que no me he hecho
daño ¡qué cosas más raras hace la timidez! Y me río diciendo en voz alta "¡error
de cálculo!" ¿acaso hablo sola? Pues no, va dirigido a todas esas miradas que se
han clavado en mí sometiéndome a una explicación del porqué me he llevado el
marco de la puerta. Y salgo corriendo con dolor de cabeza, el de hombro ¡y
maldiciendo a los marcos movibles del mundo!
Suena una voz desde al otro lado del teléfono "¿cariño qué
vamos a cenar?" Y contesto: "pues mira, es una cosa en la que todavía no ha dado tiempo a pensar". Pero continúan las preguntas, y eso que yo delego. Y la
niña hablándome y dándome con el dedito en la barriguita. "¿Compro pan y hacemos
bocatas o prefieres bikinis?" A lo que contesto: "compra lo que quieras y haz lo que
quieras". "¿Qué te pasa?" Sigue la encuesta....Respiro y no quiero ser borde pero soy
un filo. Y el dedito de la niña de nuevo clavándose en la barriguita. "Es que no tengo hambre ahora mismo y me da igual ¡lo que quieras
cariño! mientras lo hagas tú".
¡¡¡Por fin llego a casa!!! Deshago mochilas varias y de repente
la mesa del salón se convierte en un bazar en el que hay de todo pero no
encuentras de nada. Decido meterte en la bañera para relajarme porque llevo
todo el día intentándolo sin suerte. No me tiro de cabeza porque tengo dos
dedos de frente, pero no por falta de ganas. Me estiro y me quedo un rato
mirando el grifo ¡algo insólito también! Después de ese maravilloso tiempo
compartido con un grifo decido dar las buenas tardes a los que por la mañana me
habían dado los buenos días y tuve que desaparecer para aventuras varias.... Inconscientemente respondo donde lo dejé ¡buenos días! Y de nuevo parezco ese
ser que no sabe en qué mundo vive.
¡SOS! Llegan las preguntas. "¿Qué tal el día?" Elige bien o mal
porque en un tuit como que todo esto no cabe. Y respondo: "bien, genial". ¿Qué querrá
la gente que le digas? Entonces suelto alguna frase que durante algún minuto de
inspiración creé, y de pronto llega un
tuit diciendo "¡no sabes lo que es un
amigo!" ¡¿Cómo?! ¡¿Eso lo dice alguien que lleva toda la vida conviviendo conmigo y
gozando de mi amistad?! ¡Ah, NO! es un
desconocido que juzga mi vida por una frase, uno de esos tantos que ponen
etiquetas en algo ajeno y que no está en venta.
Cambio de tercio y decido hablar de amor, es más, ¡necesito
sentirlo! Lanzo una frase y de repente llega un tuit en el que me dicen que uso
mucho la palabra amor. Me río sola, parezco la niña del exorcista en versión
humorística. La misma persona te
solicita una definición del amor ¿me está llamando friki? El descojone es total
¡con el día que llevo! ¿Cómo se atreve nadie a pedirme nada? ¡Decir beso no es
estar besando! ¡Hablar de amor no es estar sintiéndolo en ese preciso momento!
También García Márquez escribió
“Crónicas de una muerte anunciada” y no por ello estaba anunciando la suya. ¿La
gente no tiene información sobre el amor? ¿Tengo cara de manual? ¿O simplemente
soy una frase que debería llevar libro
de instrucciones? Supongo que hay mujeres con forma de guitarra española y otras
con forma de interrogante. Respondo amablemente que no tengo capacidad para
definir algo tan bello y que no sé expresarlo ¡pero sí sentirlo! No he
terminado de contestar cuando llega otro
tuit en el que me preguntan si siempre soy así, entonces ya me pierdo del todo
¿ASÍ COMO? (Me pregunto a mí misma).
Y me doy cuenta que la vida está llena de preguntas, de
dudas, de inquietudes; que estamos aquí para preguntar, dudar e inquietarnos. Me
doy cuenta que todo lo vivido durante el día pasa factura en mis palabras con
los demás y que la percepción de éstas es una especie de fotografía en la que
unos buscan la perfección de la luz y otros buscamos el momento de la misma. Me
doy cuenta que los sentimientos patalean la consciencia y eso hace que el
comportamiento adquiera distracciones arriesgadas.
Toca vigilar el
último bikini que queda por hacer pero
estoy en otra onda ¡y se quema! (nada raro). Entonces esa persona que
comparte vida conmigo dice: "¡hija mía... el único que haces y lo quemas!". Yo que sigo en mis
pensamientos le contesto que quizás sea una percepción suya ¡ qué sólo está un poco más doradito! a lo que me contesta de
nuevo como si fuese tonta y no viese la realidad, "que no está doradito ¡que está
quemadito!" Y con cara de pocker le explico que son puntos de vista diferentes,
tonalidades distintas y que su percepción del color no es la misma que la mía. Simplemente.
Acabo el día comiéndome un bikini ¿quemadito o doradito? y viendo que a
pesar de todo mañana me levantaré con el mismo pie ¡así lo decidí! Y tropezaré
con otra piedra porque los caminos están llenos de ellas y sentiré infinitas
emociones porque sigo viva y lo único que deseo es seguir levantándome
para resbalar, seguir tropezando para levantarme y seguir sintiendo y
pensando porque todo eso: ¡TODO ESO ES LO QUE ME HACE ESTAR VIVA!
¡Sorpresa! A punto de perder la fe en los cuadernos de bitácora, y por azares del destino, tropiezo con tu blog y tu relato...¡Es mejor de lo que suele publicarse! No hay en él nada superfluo...Enhorabuena y mi saludo entre colegas.
ResponderEliminarCOMO SIEMPRE Y PARA SIEMPRE: GRACIAS A TI POR COMPARTIR TUS ESCRITOS, PUES EN ELLOS SIEMPRE ENCUENTRO LA ESENCIA DE MI PROPIO PENSAMIENTO, ÉSE QUE NO SE EXPRESA Y QUE TÚ CONSIGUES EXTRAER CON UNA SINCERIDAD UNAS VECES BRUTAL Y OTRAS HACIÉNDOSE TAN VERSÁTIL QUE SE ADAPTA A CUALQUIER CIRCUNSTANCIA VIVIDA.
ResponderEliminarME HA GUSTADO ENCONTRARME CON TU 'VIS CÓMICA', LA QUE UTILIZAS EN TU DÍA A DÍA PARA DEFINIR TU RUTINA Y ESCONDER TRAS ELLA ESA CUALIDAD QUE TE CARACTERIZA Y QUE TE HACE ÚNICA PARA ESCRIBIR 'LO QUE LA MENTE GRITA Y LA BOCA CALLA'... TODO UN ARTE.
COMO LA VIDA MISMA: Un escrito para todos/as... Con tus palabras, de ¡¡¡Me temo que va ser un gran día!!!, muchos nos vemos reflejados en él pero que exteriorizamos, por el contrario, con gestos, muecas y aspavientos, a contra reloj...
ResponderEliminarConsigues escribir y expresar palabras divertidas, ocurrentes y joviales, ¡como tú eres!... que hacen comprender y entender, ese día a día. ¡¡¡GENIAL!!!
¡Me gustó! Eres tú! Cuando te sientas sola entre tanta gente, aqui estaré yo para bucear contigo.
ResponderEliminarResbalé con el jabón y no he podido felicitarte hasta hoy.
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