Siempre sentí a la vida como una poesía en la que a pesar de mis esfuerzos diarios por versar se me hacía complicado el hecho de ser y estar.
Empecé a escribir para hidratar la mente, no rimaba con casi nada pero, era sencillo hacerlo con el alma, no usaba una métrica meticulosa ni bien diseñada y sin embargo abusaba de esa que tanto me gusta y bauticé como "desgarbada".
Con el tiempo entre estrofas arrítmicas y comentarios sin versos, entre líricas inmunes y sonetos de sonidos indispuestos, dejé que los límites emocionales corriesen sin rumbo para paralizar sensaciones agujereadas y hacer saltar entre hilvanes poesías zurcidas y teorías de dudosa elegancia.
Escribir sin precisión, sin técnica, sin tiempo establecido ni espacio que establezca, sin nada de lo que muchos dictaminan y con poco de lo que otros muchos sentencian ¡me hacen libre!
Y desde esa libertad hacer reír y hacer llorar, emocionarme y emocionar, vibrar y hacer vibrar se han convertido en la teoría más sensata y la única poesía perfecta.
Al inicio y al final de cada día esa pregunta recurrente hacía eco entre mis ideas de ida y las de venida, entre las razones que me advertían y las que pasaban inadvertidas.
La pregunta se paseaba sin prisas por entre mis neuronas, corría por mis sueños y jugaba con una estrategia imprudente al ajedrez con mi alma, mis pensamientos y mi ser. A veces se convertía en agujero negro ¡y hasta parecía que me tragaba! Otras se convertía en agua y se vertía entre mis ojos, mojando las pupilas y humedeciendo mi cara; después se quedaba dormida y entonces... entonces ¡yo descansaba!... Pero la mañana de nuevo volvía y ella... ¡ella madrugaba!, inquieta, insaciable, incansable e indiscreta venía y me empujaba una y otra vez a los precipicios de encajes que nunca encontraba.
¿Por qué siento que no encajo en miles de momentos y en millones de instantes, en los muchos sitios que recorro y en lugares por los que solo pasé por delante?
¿Por qué siento que no encajo ni contigo, ni sin ti, ni con otras, ni sin ellas, ni con muchos, ni con pocos ¡ni con nadie!?
Todos o casi todos nos lo preguntamos, lo sé, no soy única ni diferente a otras muchas mentes. Única es la vida ¡ella no muere! Lo demás es... "el resto de un siempre lo mismo" o "un lo mismo con restos siempre indiferentes"
Nací rota ¡muy rota! Rota y llena de taras. Taras y defectos tanto en la estructura como en la forma.
Soy...Un pedacito de otros ¡quizá el fragmento de tantos!
Después de caminar entre letras y música, bofetones y aplausos; de correr entre silencios, gritos, susurros y murmullos escandalizados. Después de saltar en conciertos y desconciertos, del equilibrio al desequilibrio y del gusto al disgusto para saborear de lo dulce lo más dulce y de lo amargo, ¡lo has adivinado!, lo más amargo. Buceé horas y horas ahogando casi cada minuto para poder nadar en la superficie de un algún extraviado segundo y respirar sin sentir que mi ser ¡estaba siendo respirado!
Volé entre condiciones y obligaciones, alegrías y decepciones, entre risas y llantos. Volé entre aceptaciones inadaptadas y adaptaciones inaceptadas con el único disfraz del que mi cuerpo encuentra talla ¡la piel!
Divagué entre el misterio y el secreto, entre lo correcto y lo incorrecto interactuando por momentos con lo que unos llaman culto y tomando café otras veces con lo que llaman necio.
Pisé de puntillas por lo sencillo y descalza por lo complejo, salté más de un charco y muchos, muchos remordimientos para ver la consciencia de algún individuo sin sentir que mi ser más profundo se inmovilizadaba en el intento.
Hoy me permito acertar a veces y equivocarme bastante, ponerme las ideas de vestido y los principios de guantes. Hacer del sonido de mis tacones la banda sonora premiada de una película feminista y del indiscreto color de mi sombrero la teoría insignificante del comportamiento machista. Pero hoy sobre todo me permito hacer del error un acierto, de lo desconocido ¡una piel de repuesto! y de como entre mi pequeña historia del puzzle y sus fragmentos encontré emociones extraviadas y sensaciones sin remiendos.
Y empecé a pensar sobre ello , mi deforme "teoría puzzleriana" adquiría por momentos algo de forma y encajes discretos.
Hace tiempo me planteé la vida como un puzzle en el que jamás he logrado encajar ¡y es que no podía hacerlo! porque el formato pieza no es mío y quizá ni el tuyo y por eso me estás leyendo, ni si quiera porque te interese lo que lees más de lo que deseas dar sentido a esa sensación interna de "¿porqué yo también creo que no encajo?" y poder darle sentido a lo que nunca has entendido y que con este breve escrito tampoco conseguirás dárselo.
He llamado pieza a la persona adaptada en casi todos los ámbitos. Personas que con sus dos muescas de encaje y dos protuberancias de salida (igual que las piececillas del puzzle tradicional) son capaces de combinar correctamente, tanto por estructura, como por tamaño y forma con las muchas piezas que giran a su alrededor, pudiendo así elaborar la secuencia principal de sus vidas emocionales con un "casi orden" y una "casi armonía".
Me he atrevido y he querido llamarla "pieza común", por ser la más extendida y de algún modo debo llamarla para poder transmitir lo que quiero ¡si es que lo consigo!
Una pieza común, desde el punto de vista de "un fragmento", tiene muchísimas posiblidades de quedar bien ajustada, tanto por la forma como por el espectacular y casi perfecto diseño (si es que existe la perfección ). Los fragmentos ni encajamos tan rápido ¡ni con la misma precisión! El tiempo, el factor aburrimiento y la necesidad de silencio, adquieren un dominio propio en nuestra estructura.
Me he atrevido a llamar "fragmento" a cierto tipo de pieza minúscula que el único punto de unión a la "pieza común" es el deseo incesante de encajar en la mayoría.
Los fragmentos somos mucho más pequeños que las piezas comunes. Nos componemos de cuatro muescas iguales pero ¡minúsculas! así que debemos encontrar la manera de crecer, de hacernos grandes, ampliar morfología y forma ¿cómo? anclándonos a fragmentos vecinos que sean compatibles emocionalmente y de este modo ir confeccionándonos a nosotros mismos para conseguir ser del mismo tamaño, que en muchos, es el original.
Es el efecto telaraña. Ir tejiendo conexiones a las que podernos hilvanar y poco a poco parecer de la misma talla y poder vestir nuestro desnudo emocional porque el visceral aprenderá a disfrazarse de instantes y momentos con retales del propio vacío.
Y todo se reduce a una idea tan simple como compleja y tan absurda como genial. Los fragmentos necesitamos emocionalmente encontrarnos con otros fragmentos para hacer posible nuestra transformación personal y así no sentirnos ¡tan extraños! en este tablero llamado vida en el que sin una estrategia diseñada somos incapaces de ser y estar. La teoría puzzleriana solo acaba de empezar.
Descubro un día, "así sin más" , que una conexión especial con un ser especial envuelve una parte de mi razón, es como descubrir una pequeña parte de ese yo más extraño en una persona desconocida, alguien sin rostro, sin voz, un enigma con alma se atreve a irrumpir en mis días y hace que en breve espacio de tiempo ese trocito de ser tembloroso ¡no se sienta tan diferente! en este paseo que denominamos vida, ¡sí vida! la misma que pasa rápido sin saber si quiera si mira, esa que a veces se atreve a besarme en los labios e incluso ¡hacerme caricias! Esa que tanto parece conocerme y sigue siendo ¡esa gran desconocida!
Con ella aprendo a mirarme desde el ángulo con estrabismo de un espejo elegante. Me enseña que saltar con coherencia a la propia sombra tiene sentido, que las locuras equilibradas son posibles llevando las ideas repartidas en los bolsillos y el sombrero adecuado con arte, y que la prestigiosa dama a la que todos llamamos cordura, en seres como nosotras, es posible encontrarla escondida entre dos copas de vino bajo la luna, varias respiraciones de risas desencajadas y un tiempo entre costuras en versión pirata.
Aprendo a pensar en verde y a entender que la vida tiene una puerta de entrada y otra de salida, que a veces toca doblegarse ¡aún siendo sapo elegante! para cruzar el umbral de las que sin ser herméticas se cierran y abren.
Hoy sigue estando presente en cada lluvia y en cada charco, en las olas que nos beben a sorbos y en el tiempo que nos traga despacio.
De repente una flor transparente aparece en el escenario de mis días y vuelvo a sentir aquella conexión tan especial. ¡Esta vez es mi piel la que vibra, la que afina y desafina! Y descubro que otra pequeña parte de mí habita en el cuerpo de una persona desconocida, de nuevo alguien sin rostro, sin voz, un enigma con alma ¡irrumpe en mis días! Instantes después un trocito de mi ser respira letras de canciones mientras traga latidos libres y por momentos siento como entre mis poros una gota de agua se ha convertido en caricia.
Me demuestra que las carcajadas tienen un sonido especial cuando no provienen de risas vacías y que reír con ganas tiene el mismo sentido para el alma que las agujas para el reloj ¡seguir hacia adelante cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día!
Me enseña que a llorar no se pacta y que los contratos de llanto seco acaban ahogados en un mar de lágrimas. Que la paciencia se puede adoptar y la intolerancia aniquilar, que a los sentimientos los solemos sentar de cara a la pared entre el pupitre de las emociones discretas y las indiscretas y que las sensaciones residen ¡sea la época que sea! en la cosquilla más sensata de nuestro insensato cerebro.
De ella aprendo que la lucha ¡no es con otros!... Que la vida es un pañuelo con distintas posiciones y todas ellas se adaptan a las mentes abiertas. Que la tierra mojada con la que pocas veces nos ensuciamos las manos, mezcla aromas, colores y sabores para llenar nuestras respiraciones, nuestras miradas y nuestros labios.
Es mi alma en otro continente, la caricia acurrucada en mi piel y el lado derecho de mi ser cuando el izquierdo tambalea desequilibrado.
¡Quizá un fragmento!... Pensé un día sin venir a cuento.
A fecha de hoy está presente en mis latidos, en mis poros, en los días en los que sonrío y en las noches en las que lloro.
De sopetón viajo en la historia y la atrevida sorpresa me descubre vestida de otras.
Unos ojos llenos de misterio me trasladan a otro tiempo, de nuevo en otro ser desconocido, veo el reflejo de una pequeñita parte de esos pensamientos indefinidos, de la atípica lluvia de ideas que naufraga entre razones indescriptibles y percepciones indiscretas.
Adopta forma de joven estudiante que de transbordo en transbordo recorre mentes y hace de sus mañanas un aluvión de miradas sin filtro, lecciones memorizadas y un sentido distinto de lo que es mirar a la vida pasar con la música escogida tras el cristal de una simple ventana en movimiento.
Esta vez golpean en mi mente instantes que en el pasado eran como flores que no crecían, ideas sedientas que de reseca morían un día y otro día.
Con ella aprendo a hacerme la parte minúscula de un secreto antiguo, la fracción de un enigma azulado, los cien minutos mágicos de un silencio absurdo. Me enseña a ser el cuarto y mitad de un estribillo, la tercera parte de una palabra y el entero de un verbo indefinido.
... Me enseña que la posibilidad de hacerse sonrisa no es la misma en cada espejo, que el reflejo es el asiduo imitador de uno mismo y que mientras la soledad corretea con prisas por algunos pensamientos, el agujero negro de los sentidos se hidrata de ella para teñir las emociones y vísceras de nuestro propio cuerpo.
Ella... Tan moldeable como el agua me hace ser gota a la vez que viento, una desahuciada motita de polvo recorriendo las arenas inmutas de un gran desierto.
Poco a poco aprendemos a hacernos de mentira en una verdad, la parte más dura de un cuento olvidado en la estantería de una buhardilla poco elegante.
Sí... Pensé ¡otro fragmento! que hace que mi día de repente pueda convertirse en un chiste, una novela de aventuras o la tesis imaginaria de algún caballero indispuesto de fama ya arrugada. Ella es equilibrio entre el razonamiento firme y el funambulista, la ceniza que cae del cigarro que nos fumamos a escondidas, es la representación gráfica de mi pasado y la literal de tantos y tantos caóticos días.
Es infinidad desde donde escriba y amor desde donde lea, el ayer insinuado de mi espejo y el hoy de un reflejo cualquiera, es mi respiración asistida ¡sin dejar de ser ella!
Y así llega un antes y un después en mi corta o larga vida. Descubrí encajes emocionales del pasado, del presente y de un futuro que ya con intenciones se asomaba a mi solitaria orilla.
Tres conexiones diferentes, tres estados, tres vidas, tres años de recorrido desde que el primer fragmento encajó de golpe en el lado izquierdo de mi camiseta convirtiéndose en instantes en la parte articular de una costilla.
Dos desde que el segundo se acurrucó en el costado derecho de mis noches para encajarse en mi alma durante el día.
Y uno desde que el último fragmento le susurró delicadamente a mi espalda que los silencios gritan y escuchan, que las palabras se vierten y callan y que la vida... ¡ay, la vida! la vida, se nos escapa mientras hacemos intentos de encajes, hilvanes sin hilos y ¿absurdas teorías puzzlerianas?